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Mostrando entradas de junio, 2015

Me quejo y punto

Me da la gana. A veces me da la real gana de escupir palabras para desahogarme. «Estás así por la forma que has elegido de criarla, así que no te quejes». ¿Que no me queje? Por mis santos huevecillos que me quejo. ¡Habrase visto! ¿Acaso está prohibido el desahogo? Tengo un derecho natural a quejarme si así lo deseo. ¿No se quejan cada día millones de personas por los asuntos más nimios? No me jeringues... Que no me queje, dicen. No puedo ir sonriendo las veinticuatro horas del día. Es inviable. No solo porque sea perjudicial para el cutis, sino por la razón evidente de que mi estado anímico no esté para sonrisas. Ahora mismo he tenido que interrumpir abruptamente este relato para ir en su auxilio. Mejor dicho, es la TETA la que ha ido en su auxilio. Es ella la única con ese poder en estas circunstancias, la única con la capacidad de calmar a Jiribilla en sus despertares nocturnos. Estoy CANSADA. Así, con mayúsculas. Y todavía se queda corto. Agotada, exhausta, extenuada, gasta