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Mostrando entradas de febrero, 2021

Soy una mamá genial... y también soy una bruja

 Soy madre. Eso significa que no soy perfecta, pues sigo siendo persona. Cuando estoy bien soy «la mejor mamá del mundo y del universo», dicho por mis criaturas  — bendita subjetividad — . Y cuando estoy mal cualquier minucia hace rebosar el vaso... y aparece la bruja, esa madre que detesto. La que intenta hacer acopio de paciencia cuando no hay hueco. La que ha conseguido mejorar poco a poco y se retira a tiempo a otra habitación para calmarse antes de dirigirse a sus hijos, pero a la que, aun así, se le siguen escapando gritos y meteduras de pata por las que luego se reconcome sin piedad. Algo que sí hago: pedir PERDÓN. Disculparme por haberles gritado, por haberles faltado al respeto. Ellas no son responsables de mis emociones: soy YO la encargada de gestionarlas. Pide perdón. Te aseguro que vale mucho. Para ellos y para ti.

Amistad en la «posmaternidad»

Aparte del sueño, el tiempo para una misma y la cordura, otra cosa que pierdes al convertirte en madre son amistades. Muchas de esas amigas «de toda la vida» comienzan a alejarse, quién sabe si porque piensan que estás ocupada y no tienes tiempo para ellas, o porque no quieren pasar el rato con la nueva versión de ti, la que incluye compañía continua, la que tiene un bebé. Quizás no es nada de esto y se habrían alejado igualmente porque, oye, la vida es así, cambiante. Cambiamos nosotras y cambian las relaciones, y forzarlas, pues no. Pero esto, ahora comprendo, no es malo. Es incluso positivo: es selección natural. Y al igual que unas se van porque no estaban destinadas a acompañarte en el maternaje, otras permanecen. Las que menos te esperabas, las que no eran tan íntimas: se hacen más presentes y pasan a formar parte de tu vida cotidiana, sus nombres entran en tu vocabulario habitual, aunque no las veas con la frecuencia que quisieras. Quieren pasar tiempo contigo y con tus criatura

Cuando das a luz también pares sombras

Algo que no cuentan sobre la maternidad es que no solo pares criaturas radiantes también nacen sombras las luces son evidentes tienen nombre propio y traen oxitocina bajo el brazo es vida nueva amor exaltado es plenitud las sombras brotan al poco también son infancia la propia es pasado que viaja al presente la claridad el dolor la maternidad  abismo insondable es luminosa y al tiempo es negrura y conviven oscuridad y luz cada día

Sororidad ausente

Se habla mucho de no cortarse a la hora de pedir ayuda. Pero en casos puntuales pueden negártela y, según cómo te pille el día, habrá sido peor pedirla, porque perderás un poco de fe en la humanidad. Hace años, cuando Jaleo no tenía aún dos meses y Jiribilla contaba con dos años y medio, me embarqué en una odisea para conseguir un regalo de cumpleaños. Iba con el clásico «pack» silla + porteo. Volviendo ya para casa Jiribilla se hizo caca y quería que la cambiara «ipso facto». Paré junto a un herbolario. Mi idea era tumbar a Jaleo en el carro y cambiarla a ella en un banco o similar, pero no había nada así a la vista. Intenté cambiarla con la sillita reclinada, pero el bulto-Jaleo delante de mí me impedía maniobrar con facilidad. La única posibilidad que vi era pedirle ayuda a la dueña del herbolario. Le pregunté que si podía, por favor, sujetar al bebé mientras cambiaba a su hermana. Su respuesta me dejó a cuadros: –No, no puedo. ¿Qué pasa si entra algún cliente? Así, sin un atisb