Soy madre. Eso significa que no soy perfecta, pues sigo siendo persona. Cuando estoy bien soy «la mejor mamá del mundo y del universo», dicho por mis criaturas — bendita subjetividad — . Y cuando estoy mal cualquier minucia hace rebosar el vaso... y aparece la bruja, esa madre que detesto. La que intenta hacer acopio de paciencia cuando no hay hueco. La que ha conseguido mejorar poco a poco y se retira a tiempo a otra habitación para calmarse antes de dirigirse a sus hijos, pero a la que, aun así, se le siguen escapando gritos y meteduras de pata por las que luego se reconcome sin piedad. Algo que sí hago: pedir PERDÓN. Disculparme por haberles gritado, por haberles faltado al respeto. Ellas no son responsables de mis emociones: soy YO la encargada de gestionarlas. Pide perdón. Te aseguro que vale mucho. Para ellos y para ti.