Cuando algo te duele intentas calmar ese dolor. Generalmente tienes recursos para buscar una solución. Y, además, si hay alguien cerca se lo comentas. Cuando tienes hambre sientes un desagradable vacío. Buscas algo que comer y listo. Y, además, si tienes a alguien al lado seguro que se lo dices, tal vez incluso le propones ir a compartir almuerzo. Cuando tienes frío, calor, miedo o una crisis existencial buscas abrigo, fresco, seguridad, ayuda amistosa o profesional. En resumen: cuando sientes una incomodidad fisiológica, psicológica o del tipo que sea, te sientes mal y, por tanto, te quejas. Interiormente al menos. Y, como persona adulta que eres, buscas remedio. Si no puedes encontrar una solución por ti misma, buscas ayuda. Al menos deberías hacerlo. ¿Por qué, entonces, esperamos que un bebé no lo haga? Cuando un bebé o niña/o pequeña/o se siente mal, manifiesta su incomodidad de la única forma que conoce: llorando. No sabe hablar, así de simple. Pero la Madre Naturaleza, en s