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Mostrando entradas de noviembre, 2018

Controlar la sombra

Antes de ser madre tenía pocas amigas con hijos. Una de ellas, a la mínima oportunidad, decía eso de «es que tú no lo entiendes porque no eres madre». Lo cual me daba mucho por saco. Porque no era madre, pero podía hacerme una idea, qué caray. Ja. Lo que voy a relatar a continuación sólo lo comprenderán las madres. Y quizás no todas. Pienso sobre todo en aquellas mujeres cuya sombra ha emergido de forma bestial al convertirse en madres, esas que han sentido removerse todo su ser. Las que tenían una idea muy clara sobre cómo gestionarían su maternidad y se han visto inmersas en un universo diferente que les ha hecho replanteárselo todo. Las que pretendían hacer las cosas de una manera, pero su instinto les gritaba que nanay y han sabido escuchar. Las que se han visto solas y desamparadas transformándose en su nuevo yo. Las que han querido informarse y lo han hecho, pese a las mareas en contra. (Quién sabe, quizás también lo entiendan las personas no-madres muy empáticas). Es di

Despidiendo y celebrando el tercer hijo

Todo comienza y todo termina. Todo. Cuando estamos inmersas en la primera etapa de la crianza parece que no, que ese agotamiento abismal será para siempre, que esa dependencia de nosotras nunca acabará. Aun así nos regodeamos en el amor, en el cansancio. Nos encontramos en otro universo, a nivel mental, físico, espiritual. Vivimos prácticamente desconectadas de todo aquello ajeno a nuestra cría, a nuestro vínculo. Es extraño, muy extraño. Contradictorio. Deseas descansar, pero no quieres que ese amor se apague, ese combustible, esa oxitocina, ese... lo que sea. Es normal esa lucha de sentimientos. Después de todo y ante todo, somos humanas. No somos máquinas. Estamos sujetas a cambios químicos, físicos. Nuestro cuerpo es una orquesta, a veces suena una pieza lenta, otras veces algo más rápido, en ocasiones desafina. Qué sé yo, me voy por las ramas. Lo que quiero decir, y pretendo expresar, es que estoy viviendo un proceso de luto. Porque cada vez soy más consciente de que ya no t

Renuncio

Renuncio. Renuncio a preocuparme de sandeces cotidianas. Renuncio a tener las dos manos libres. Renuncio a ir al baño sola, a miccionar/defecar/ducharme tranquila y sola. ¡Renuncio! Para qué luchar, para qué frustrarme. Renuncio a comer sentada a la mesa como un bípedo civilizado. (De hecho, renuncio a comer algunos días). Renuncio a dormir, al menos a pierna suelta y de corrido. Renuncio a tener una conversación sin interrupciones. Renuncio a cocinar siempre sano y variado. Renuncio a llevar ropa que no sea de «teta fácil». Renuncio a volver a leer algo que no esté relacionado con la crianza. Renuncio a ir ligera, de bultos y de ritmo, por la calle. Renuncio a tener la casa impecable. (O mínimamente decente, ¡para qué!). Renuncio a esconderme cuando me llamen sus vocecitas. Renuncio a preferir fregar los platos para escaparme un rato. Renuncio. A partir de hoy dejaré que fluya. Si me reclaman estaré con ellos. Tiraré de botes de conserva, de guisos rápidos, de la c