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Mostrando entradas de 2019

Libros «de madre»: lactancia

Todo va unido. Lactancia, colecho, porteo, BLW. Respeto. Una cosa lleva a la otra. Yo no quería ser madre, pero luego quise. Y antes de serlo mi idea de la maternidad era opuesta a la que tengo ahora. Creía en lo que yo había vivido y lo que conocía: tortazo a tiempo, dejar llorar, etc. Lo único que tenía claro es que daría el pecho, quizás porque estudié Biología y me decanté por la rama animal, y me sentía mamífera porque mamífera soy. Pero había en mí una mescolanza de cultura e instinto que me nublaba la razón. Entonces llegó Jiribilla. Y cuando terminaba con la teta y yo la dejaba dormida – eso creía yo – en la cuna para ir a comer, y ella rompía a llorar, y mi madre me decía que la dejara, que por diez minutos no le iba a pasar nada… yo… no podía. Todo mi cuerpo rechazaba la posibilidad de ignorar el llanto, así que acudía a ella. Acudí a ella una y mil veces. Y a partir de ahí me informé. No tuve tribu presencial. En los primeros tiempos de maternaje la tribu

Adiós, diente, adiós

No, Jiribilla no se ha pegado un trompazo y su diente ha salido volando, no. Simplemente ha sucedido. Su primer diente de leche que se va. Pensé que ocurriría más tarde, no a sus cinco añitos. Era algo que quedaba lejos, como cuando no mantenía erguida la cabeza y yo pensaba que ese momento no llegaría nunca. Como cuando no se mantenía sentaba y me parecía que quedaba tan lejana esa posibilidad. Como cuando no caminaba y yo no veía la hora, no me la imaginaba desplazándose de forma autónoma y bípeda. Como cuando no hablaba y me parecía irreal que alguna vez pudiera tener una voz propia y la escucharía y conversaríamos y que hasta tendría ganas de pedirle que parase de hablar, por dios, un minuto de silencio. Como cuando no quiera estar con mamá. Todavía no. Todavía NO. Una semana llevaba moviéndose un poquito hasta que ayer, ÑAM, al morder un plátano se le aflojó de golpe. No lo vi, pero me contaron que hubo derramamiento de sangre, que hubo llanto, que hubo pánico. Hub

BUM mental

¿Les ha ocurrido alguna vez estar eso de ya acostadas, intentando relajarse para dormir, cuando de pronto un pensamiento las atraviesa con tal intensidad que ya no pegan ojo? Un bum mental en toda regla. Una está echada tan ricamente, dispuesta a dar la bienvenida al sueño, y entonces ese recuerdo, esa idea, ese pensamiento sorprende y trae consigo una lluvia de adrenalina. Todo el cuerpo despierta de golpe. El corazón galopa. Los ojos, como platos. Y ya sabes que esa noche no pegarás ojo. Deseas tener el móvil cargadito de batería y encontrar artículos lo bastante aburridos para hacer una vulgar intentona de llamar a Morfeo. Eso me pasó hace unos días. No llegó exactamente como un pensamiento, sino como una sensación. En el bajo vientre. Unas punzadas. Me centré en ella porque no era habitual. ¿Y por qué no es habitual?, pensé. Ah, sí, es la misma sensación que tuve al poco de intentar crear a Jiribilla y Jaleo. BUM. Ahí, exactamente ahí tuvo lugar el bum. Embarazo.

La primera regla después el embarazo

Veintiséis meses. Veintiséis meses ha tardado en venirme la menstruación. Me había olvidado de lo maldita que es. Con Jiribilla volvió a los dieciséis meses. Se ve que Jaleo es más mamoncete. El tándem también habrá tenido que ver, aunque es cada vez menos frecuente... Es normal que muchas personas se extrañen al saber que hay madres a las que no les ha venido la regla meses, e incluso años, después de dar a luz. Partiendo de que cada mujer, cada cuerpo y cada situación son únicos, esto funciona así: tras nacer el bebé, al expulsar la placenta, se dispara la producción de prolactina . Esta es la hormona responsable de la producción de leche materna. El aumento de prolactina va ligado a una disminución de los estrógenos y la progesterona, que son responsables del ciclo menstrual. Con esos niveles bajos de estrógenos y progesterona se inhibe la ovulación, y sin ovulación no hay regla. La frecuencia de las tomas, sobre todo durante los primeros seis meses, hace que el nivel de prola

Pero crecerá

Crecerá. Ya lo verás. Y esa cabecita que ahora andas sujetando con sumo cuidado, todo el tiempo, y que no te deja una mano libre, se sostendrá. Alzará la cabeza. Ella sola. Él solo. Ya lo verás. Se sentará. Caminará. Correrá y hasta saltará. Balbuceará, gritará, hablará. Por largos ratos no se callará. Se hará entender y entenderá. Llorará, reirá También -oh, sí- dormirá. Y hasta alguna mañana la tendrás que despertar. Y te buscará. Te besará y te abrazará. Sí, ¡crecerá! Pero... ... crecerá. Correrá, sí, muchas veces hacia el otro lado, lejos de ti. Y hablará con otras, con otros. Y si tienes suerte, si has trabajado el terreno, puede que siga contándote sus aventuras y desventuras. Se dormirá sola, solo, sin necesitar tus brazos. Sin pedirte cosquillas. O que le cuentes las pecas. Y sin pedirte un cuento tras otro tras otro tras otro. Aprovecha ahora. Abraza. Besa. Achucha. Lee. Juega. Conversa.

Silencio, silencio

Ser madre que trabaja fuera de casa o ser madre a jornada completa: ¿qué es más duro? La eterna disputa. Una amiga que trabajaba fuera me comentó una vez que lo malo de su situación es que cuando volvía del trabajo todavía tenía que hacer todo lo de la casa: cocinar, coladas, etc. «Ah», pensé yo, «¿es que se supone que tengo que tenerlo todo hecho por no trabajar fuera?». Y le respondí: «Pues no sé si tus hijas se entretienen solas, pero lo que son los míos me reclaman TO-DO-EL-TIEM-PO». Y ahí podríamos haber empezado a intercambiar puntos de vista, pero no pudimos. Interferencias infantiles, ya ustedes saben. Las conversaciones imposibles y todo eso. El caso es que hay un hecho innegable: muchas veces, la madre que no trabaja fuera se ve inmersa en un aislamiento social brutal. La única interacción que tiene con otra persona adulta es con su pareja. Y en ocasiones ni siquiera es satisfactoria, no se puede hablar con calma, atrás quedaron las conversaciones relajadas. Ahora es un «rá

¿Remedio para la agitación? Asimetría

Finalmente di con un remedio para la agitación (mi experiencia con esa maldita  aquí ) y puedo ofrecer a Jiribilla un rato tranquilo de teta por las mañanas. Iré al grano: reservar-una-teta. Por las noches Jaleo solo toma de una, mientras la otra se llena para ella. Así, cuando toma del pecho lleno, me molesta menos. Esta soy yo al levantarme (retrato cortesía de Jiribilla). A buen entendedor... «Mamá por las mañanas».

Examen sorpresa

Cada día nos hacen un examen sin nosotras saberlo. Las madres juzgan a otras madres en cada aspecto de la crianza: mimos, lactancia, colecho, alimentación, porteo, autoritarismo... Pero lo he escrito mal. Quería decir que las madres juzgamos a otras madres. Yo no me salvo. Veo a una madre sobornando a su hija con gusanitos para conseguir que camine y juzgo; observo cómo un padre pega un grito a su hijo por cualquier motivo y juzgo. Cada vez lo hago menos, porque yo también he pegado chillidos, también he sobornado con comida –aunque intento hacerlo con cosas anodinas para otros, como arándanos o «galletas» de plátano y avena, no deja de ser un soborno–. Tendemos a pensar que cuando nosotras lo hacemos es la excepción, y cuando lo hacen otras es la norma. Y juzgamos. Un día Jaleo gateaba libremente en una plaza. Una mujer que contemplaba la escena se acercó a nosotros: «¡Menos mal! Qué alegría ver a unos padres dejando gatear al bebé. Enhorabuena». La madre insegura que hay en mí s

SuperSAHM

De nuevo sobre las SAHMs (Stay At Home Moms): vi hace poco un episodio de  The Letdown, una telecomedia australiana sobre las aventuras y desventuras de un grupo de madres . Y digo que vi un episodio porque no sigo esta serie, me cuadró ver este capítulo en concreto. Resulta que se celebra en la guardería el típico día de las profesiones, donde madres y padres van al colegio a hablar de su trabajo. Una SAHM se sorprende por no haberse enterado del evento, a lo que la profesora le dice que el correo no se lo ma ndaron a todo el mundo –dando a entender que a ella, al no hacer nada interesante, no se lo enviaron–. La madre se marcha... pero regresa. Y regresa motivada, con una capa de superheroína, captando la atención del público (infantil y adulto) al enumerar los extraordinarios superpoderes que posee: Supervelocidad (por ejemplo, a la hora de hacer la compra). Hacer desaparecer las cosas (desde un dolor de barriga hasta pesadillas, astillas...). Excelente comunicación (puede ent

Stay At Home Mom

Veo últimamente muchos posts sobre las SAHM, o sea, las Stay At Home Moms, madres que se quedan en casa. Vamos, que no trabajan fuera porque se dedican a criar a la prole. Pero que sí que trabajan, claro. Estos posts hablan de lo duro que es encargarse no solo de las criaturas, sino de las tareas domésticas: preparar la comida, hacer la colada, limpiar la casa, hacer la compra... Lo que viene siendo «ama de casa» de toda la vida. Mi duda es: si yo no hago prácticamente nada de esto porque NO ME DA LA VIDA, porque con la mayor y el menor tengo las manos llenas, la cabeza ocupada y dispersa, el cuerpo exhausto y el alma en coma, ¿soy una SAHM? Es más, si literalmente no me quedo dentro de la casa porque se me cae encima y estamos casi todo el día en la calle, ¿soy menos SAHM todavía? Admiro a todas estas personas que, además de encargarse de sus hijas, consiguen hacer todas esas tareas. De verdad, de verdad, que me cuenten el secreto. Sé que hay niños más demandantes que otros, que l

La crisis de los dos años

Tu hija/o ronda los dos años y demanda el pecho de forma continua , como un recién nacido, incluso más. Si no estás, te busca, y si está contigo no puede estarlo sin tener la teta en la boca. Además, si te niegas a darle el pecho en el momento en que lo requiere se lo toma fatal. Puede gritar, llorar e incluso intentar desnudarte para conseguir su propósito.  ¿Es normal? Pues sí, totalmente normal. Se trata de la última gran crisis de la lactancia, y más que una crisis de lactancia per se tiene que ver con el aspecto emocional . ¿Qué ocurre a la edad aproximada de los dos años? Hay quien habla de aDOSlescencia, pues es una etapa centrada en la autoafirmación y en el «no». Comienza a ser independiente, a hacer muchas cosas por sí misma/o; si tratas de ayudarla/o con algo seguramente te espetará un «no» rotundo. Pero precisamente esa novedosa autonomía le causa inseguridad, y por ello busca el mejor refugio posible: el pecho de mamá. ¿Y cuánto dura esta amorosa tortura?, te pre

Llora que te llora

Cuando algo te duele intentas calmar ese dolor. Generalmente tienes recursos para buscar una solución. Y, además, si hay alguien cerca se lo comentas. Cuando tienes hambre sientes un desagradable vacío. Buscas algo que comer y listo. Y, además, si tienes a alguien al lado seguro que se lo dices, tal vez incluso le propones ir a compartir almuerzo. Cuando tienes frío, calor, miedo o una crisis existencial buscas abrigo, fresco, seguridad, ayuda amistosa o profesional. En resumen: cuando sientes una incomodidad fisiológica, psicológica o del tipo que sea, te sientes mal y, por tanto, te quejas. Interiormente al menos. Y, como persona adulta que eres, buscas remedio. Si no puedes encontrar una solución por ti misma, buscas ayuda. Al menos deberías hacerlo. ¿Por qué, entonces, esperamos que un bebé no lo haga? Cuando un bebé o niña/o pequeña/o se siente mal, manifiesta su incomodidad de la única forma que conoce: llorando. No sabe hablar, así de simple. Pero la Madre Naturaleza, en s

La madre de Bambi no tiene nombre

–Mamá, mira lo que hago… Mamááá, ¿estás mirando? –Sí, mi amor, te veo. –¿Lo viste? ¿Viste lo que hice? Y ella, que no quiere mentir, confiesa: –No, tienes razón, no lo vi, ¿puedes repetirlo? Y así contempla una vez más cómo su pequeña Jiri hace el pino, o el drago, o lo que quiera que sea eso. Mira sin ver. Y a la niña no se le escapa una: sabe que su madre está ausente, con la cabeza en las nubes, en la comida, en un recuerdo, en cualquier lugar lejos de ahí, de ella. Por eso vuelve a reclamar su presencia: –¡MAMÁÁÁ! Y mamá se levanta: –Lo siento, mi cielo, no me apetece jugar ahora, estoy cansada. No te estoy prestando atención. Y Jiribilla, ante la estupefacción de su madre, se ríe: –¡Ji, ji, ji! Mami, ¿no te olvidas de aaalgo? Mamá se da cuenta entonces de que Jaleo sigue pegado al pecho. Lamprea, piraña, pulpo. Esa sanguijuela en plena crisis de los dos años. Mami se puso en pie y ahí siguió él, pegado, porque total, a estas alturas de la p

Un buen día de mierda

Hoy ha sido un día mierder. Para empezar, Él se marchó antes de lo normal. No es que se vaya temprano-temprano, pero ese tiempo de más se nota. Adiós a lavarme los dientes tranquila, a intentar ir al baño, a compartir la odisea de vestir y poner zapatos. De fregar los platos del desayuno ya ni hablamos. Llevar a Jiribilla al cole. Salimos de casa, bajar las escaleras con el carro, siempre el carro. Empujar los casi quince kilos de Jiribilla más los once y pico de Jaleo hasta la parada del tranvía, porque ella se niega a caminar y él no quiere ir en otro sitio que no sea la capota. No tengo fuerzas para negociar. Por el camino me adelanta una mujer hablando por el móvil; ella va ligerita y en línea recta y yo ya he comenzado a girar a la derecha, así que el roce de la pierna de Jiribilla con ella es inevitable. Furibunda, se da la vuelta y me espeta que no se me ocurra volver a empotrar el carro contra ella. Intento explicarle que me cuesta maniobrar con dos niños encima, pero evide

Retrato infame

Encontrábame yo cierta mañana laborando en la cocina cuando entró Jiribilla y con su alegre voz matutina exclamó: –¡Mamá, te he hecho un dibujo! Esa faceta suya artística me encanta, sobre todo cuando elabora una nueva creación para su mamá. Pero esta vez me horrorizó. ¿Qué era aquello?   –Esta eres tú enfadada. Acabáramos. El día anterior estuve especialmente refunfuñona. Por mucho que intente aplicar lo que he leído sobre crianza, paciencia, mindfulness, relativizar   y «los-días-son-largos-los-años-cortos», en muchas ocasiones vence el cansancio y el estrés y les hablo mal. Ciertamente, soy imperfecta. Pero ese dibujo fue una cachetada sin manos. Esa era yo, un ogro, visto por ella, mi dulce hijita adorada. Terrible. Era la primera vez –ojalá la última– que me dibujaba así. Hasta ahora siempre que me retrataba seguía los mismos pasos: –La cara... el pelo... los ojos... la nariz... ¡Y una graaan sonrisa! Y no es que vaya yo sonriendo todo el dí

Quince años de Facebook

Ayer, sin darme cuenta, me vi reflexionando sobre lo que ha significado Facebook para mí. Seguramente porque mañana Facebook cumple quince años. Y resulta que no es asunto baladí. Me refiero a lo que me ha aportado como madre. No sé uste des, pero yo he criado sin tribu. No tuve compañía, no estuve rodeada de gente en los primeros meses    –ni ahora –. No sé qué pasa, que cuando eres madre casi todas tus amigas sin hijos desaparecen como por arte de magia. Aunque no es difícil hacerse una idea de lo que pasa por sus cabezas, pues también he estado en el otro lado. ¿Y qué pensaba yo entonces sobre esa amiga maternante? «Mejor no la llamo, estará liada con el niño».  Ingenua. Sí, mi amiga estaba ocupada. Estaban ocupados literalmente su cuerpo y su mente. Se encontraba con el niño encima, en brazos, llorando, jugando, riendo, echada, de pie, cargando, tratando, luchando. No sabía yo lo que había detrás. No tenía ni idea de lo que significan para una madre puérpera la compañía, el apo