Crecerá.
Ya lo verás.
Y esa cabecita que ahora andas sujetando
con sumo cuidado, todo el tiempo,
y que no te deja una mano libre,
se sostendrá.
Alzará la cabeza.
Ella sola. Él solo.
Ya lo verás.
Se sentará.
Caminará.
Correrá y hasta saltará.
Balbuceará, gritará, hablará.
Por largos ratos no se callará.
Se hará entender y entenderá.
Llorará, reirá
También -oh, sí- dormirá.
Y hasta alguna mañana la tendrás que despertar.
Y te buscará.
Te besará y te abrazará.
Sí, ¡crecerá!
Pero...
... crecerá.
Correrá, sí,
muchas veces hacia el otro lado,
lejos de ti.
Y hablará con otras, con otros.
Y si tienes suerte, si has trabajado el terreno,
puede que siga contándote sus aventuras
y desventuras.
Se dormirá sola, solo,
sin necesitar tus brazos.
Sin pedirte cosquillas.
O que le cuentes las pecas.
Y sin pedirte un cuento tras otro
tras otro
tras otro.
Aprovecha ahora.
Abraza. Besa. Achucha.
Lee. Juega. Conversa.
Comparte. Escucha. Ríe.
Corre.
Cógela, cógelo.
Un día tus brazos se quedarán cortos,
y no digo ya porque tu amor es inmenso,
sino cortos
de verdad,
porque será demasiado grande
para sostenerla.
Ahora te agobia alzarlo,
arriba todo el tiempo.
Al suelo..., ¿al suelo?
Ya habrá tiempo de eso.
Sin ir más lejos, toda su vida.
Porque esto,
esto,
son unos años.
Pocos.
Se hacen largos los días, sí.
Pero es breve.
Es poco.
En verdad
es poquísimo tiempo
para tanto amor.
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