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Mostrando entradas de julio, 2015

Pendientes de los pendientes

Jiribilla no necesita llevar pendientes para ser niña. Y mucho menos los necesita para que la gente sepa que lo es. Ni ella ni yo necesitamos que los demás lo sepan. La próxima vez que alguien me diga que debería ponérselos porque causa confusión voy a enseñarles su chumino, que ese no deja lugar a dudas. Incluso en esas contadas ocasiones en las que lleva alguna prenda rosa siempre hay alguien que la trata de chico. No corrijo a nadie cuando esto pasa, no veo la necesidad; solo lo aclaro cuando llevan un rato –y parece que la reunión va para largo– o la llamo por su nombre y se sorprenden. «Sí, es niña, pero suelen confundirla porque no lleva pendientes... Bueno, a esta edad también es difícil distinguirlos...». Lo digo para que no se sientan mal, porque muchas veces se sienten culpables. Por confundir el sexo de un bebé. Fíjate tú. Algunas personas enseguida recalcan que sí, cierto, tiene cara de niña, pero claro, sin pendientes, a saber... Qué más da, señoras y señores. Qué más da.

Por el amor de dios, CÓJANLOS

Algo se revuelve en mí cuando lo oigo por la calle. Me hace querer gritar, dar un par de bofetadas espabilatorias. Cielo santo, pero ¿por qué dejan llorar a esos bebés? ¿Temen malcriarlos? ¿Que se acostumbren a los brazos? ¿Que se enganchen al cariño, a los mimos? Por el amor de dios, cojan a esos bebés, CÓJANLOS. Están pidiéndolo a voz en grito. Pónganlos pegaditos contra el pecho, bien pegaditos. Apretújenlos. A veces es tan fácil –y placentero– calmar ese llanto... Tómenlos en brazos. Incluso si no lloran. Lo están deseando, ellos y ustedes. Sobre todo ustedes. Cójanlos sin más. Prodíguenles generosamente besos, por toda la cara: la frente, los cachetitos. Dan ganas de absorberlos. Y las manitas. Los pies. Los muslos, ¡esos muslitos! Sumerjan las napias en ese cabello, o en su ausencia, y deléitense con ese aroma angelical. No porque nos lo pidan esos pequeños bastardetes manipuladores, simplemente porque apetece. Porque nos lo pide el cuerpo, con razón y corazón. Y mírenlos a l