Jiribilla no necesita llevar pendientes para ser niña. Y mucho menos los necesita para que la gente sepa que lo es. Ni ella ni yo necesitamos que los demás lo sepan. La próxima vez que alguien me diga que debería ponérselos porque causa confusión voy a enseñarles su chumino, que ese no deja lugar a dudas. Incluso en esas contadas ocasiones en las que lleva alguna prenda rosa siempre hay alguien que la trata de chico. No corrijo a nadie cuando esto pasa, no veo la necesidad; solo lo aclaro cuando llevan un rato –y parece que la reunión va para largo– o la llamo por su nombre y se sorprenden. «Sí, es niña, pero suelen confundirla porque no lleva pendientes... Bueno, a esta edad también es difícil distinguirlos...». Lo digo para que no se sientan mal, porque muchas veces se sienten culpables. Por confundir el sexo de un bebé. Fíjate tú. Algunas personas enseguida recalcan que sí, cierto, tiene cara de niña, pero claro, sin pendientes, a saber... Qué más da, señoras y señores. Qué más da.