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La crisis de los dos años

Tu hija/o ronda los dos años y demanda el pecho de forma continua, como un recién nacido, incluso más. Si no estás, te busca, y si está contigo no puede estarlo sin tener la teta en la boca. Además, si te niegas a darle el pecho en el momento en que lo requiere se lo toma fatal. Puede gritar, llorar e incluso intentar desnudarte para conseguir su propósito. 

¿Es normal? Pues sí, totalmente normal. Se trata de la última gran crisis de la lactancia, y más que una crisis de lactancia per se tiene que ver con el aspecto emocional. ¿Qué ocurre a la edad aproximada de los dos años? Hay quien habla de aDOSlescencia, pues es una etapa centrada en la autoafirmación y en el «no». Comienza a ser independiente, a hacer muchas cosas por sí misma/o; si tratas de ayudarla/o con algo seguramente te espetará un «no» rotundo. Pero precisamente esa novedosa autonomía le causa inseguridad, y por ello busca el mejor refugio posible: el pecho de mamá.

¿Y cuánto dura esta amorosa tortura?, te preguntarás. Pues normalmente unos meses, hasta que la criatura gana seguridad en sí misma y la demanda se normaliza.

¿Qué puedes hacer para pasar este trago lo mejor posible? Yo trato de recordar que es una etapa. No sé si es el tiempo, que difumina las sensaciones, pero pienso que Jiribilla no era tan demandante. Jaleo me tiene consumida. A veces estoy convencida de que no llegaré a los cuatro años y pico de lactancia que he logrado con la mayor, que lo mandaré a paseo..., pero me sonríe con la boca llena de mí y..., eso, una etapa. Y seguimos.


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«Él tiene más paciencia»

«Él tiene más paciencia», dijo la madre a jornada completa.  Hoy volví a escucharlo. «Él tiene más paciencia». Qué casualidad: este comentario siempre lo sueltan las madres 'full time', esas que no trabajan fuera de casa y se dedican «solo» a la crianza. Hablan de sus maridos, de sus parejas. Al parecer ellos tienen más paciencia con sus hijas e hijos. Ajá. Se me ocurre que es más fácil ser paciente cuando has tenido tu cuerpo y tu mente para ti durante unas horas. Cuando todo tu ser, físico e inmaterial, no ha estado a plena disposición de otra persona que depende de ti. Cuando no has tenido que atender demandas continuas de una o más niñas durante todo el día. Es más fácil tomarlo con calma cuando no has tenido que limpiar un culo mientras haces comidas y coladas, vigilando que el perro no meta el morro en el orinal —sí, tenemos un perro comemierda—. Y, por supuesto, intentando mantener algo de paz visual a lo 'KonMari' recogiendo juguetes y eliminando pegotes del mob

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Esto lo escribí hace casi dos años. Lo recupero del baúl de la nostalgia. ---------------------------- Teta, teta y teta. Yo no era más que dos tetas. Primero para ella; después, para ambos; al final solo para él. La teta fue principio. Oxitocina pura. Fue conexión animal, fue pasión. La teta fue refugio y calma y cura. Fue puente, abrazo y calidez. La teta fue hogar, de noche y de día. Durante algo más de seis años y medio mis tetas no fueron mías: fueron nuestras, un nexo que nos convertía en «nosotros» para, lentamente, dar paso al «ellos y yo». El destete fue gradual y lo más natural posible. Digo «natural» porque suena ideal dejar que ellos decidan cuándo dejarla, pero lo cierto es que la agitación me hizo poner límites: primero en el tándem y luego a él. Aun así conseguimos llegar al final sin traumas. El «final», como si fuera una meta. En absoluto. Jaleo llevaba una época cogiéndolo solo cada dos o tres días, antes de dormir, pero en cuanto se metía el pezón en la boca decía «n