Ir al contenido principal

Adiós, diente, adiós

No, Jiribilla no se ha pegado un trompazo y su diente ha salido volando, no.

Simplemente ha sucedido.

Su primer diente de leche que se va.

Pensé que ocurriría más tarde, no a sus cinco añitos. Era algo que quedaba lejos, como cuando no mantenía erguida la cabeza y yo pensaba que ese momento no llegaría nunca.

Como cuando no se mantenía sentaba y me parecía que quedaba tan lejana esa posibilidad.

Como cuando no caminaba y yo no veía la hora, no me la imaginaba desplazándose de forma autónoma y bípeda.

Como cuando no hablaba y me parecía irreal que alguna vez pudiera tener una voz propia y la escucharía y conversaríamos y que hasta tendría ganas de pedirle que parase de hablar, por dios, un minuto de silencio.

Como cuando no quiera estar con mamá. Todavía no. Todavía NO.

Una semana llevaba moviéndose un poquito hasta que ayer, ÑAM, al morder un plátano se le aflojó de golpe. No lo vi, pero me contaron que hubo derramamiento de sangre, que hubo llanto, que hubo pánico. Hubo petición de llamada de auxilio a mamá. Y allá fue mamá, que acababa de sentarse a descansar en casa y disfrutar de unos momentos de soledad cuando recibió el mensaje. Pero no quería perdérmelo, ¡cómo! ¿Un momento histórico así? ¿Mi hijita necesitándome? ¿Y si se le caía en ese momento y yo me lo perdía por querer «descansar»? Ni loca. Pero no ocurrió ayer, sino hoy. Y fue sorprendente su actitud: yo en la ducha, ella por fuera haciéndome compañía, y de repente escucho un «mamá, se me ha caído el diente». Así, como si nada. Como si no llevara días con su diente como único tema. El otro dientecillo asoma por detrás desde hace días; ahora tiene vía libre para expandir territorio.

Y ya está. Así es como va esto. Como un rayo.

Ya se sabe: los días son largos; los años, cortos.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Semana Mundial de la Lactancia Materna (del 1 al 7 de agosto)

«Él tiene más paciencia»

«Él tiene más paciencia», dijo la madre a jornada completa.  Hoy volví a escucharlo. «Él tiene más paciencia». Qué casualidad: este comentario siempre lo sueltan las madres 'full time', esas que no trabajan fuera de casa y se dedican «solo» a la crianza. Hablan de sus maridos, de sus parejas. Al parecer ellos tienen más paciencia con sus hijas e hijos. Ajá. Se me ocurre que es más fácil ser paciente cuando has tenido tu cuerpo y tu mente para ti durante unas horas. Cuando todo tu ser, físico e inmaterial, no ha estado a plena disposición de otra persona que depende de ti. Cuando no has tenido que atender demandas continuas de una o más niñas durante todo el día. Es más fácil tomarlo con calma cuando no has tenido que limpiar un culo mientras haces comidas y coladas, vigilando que el perro no meta el morro en el orinal —sí, tenemos un perro comemierda—. Y, por supuesto, intentando mantener algo de paz visual a lo 'KonMari' recogiendo juguetes y eliminando pegotes del mob

Y llegó el DESTETE

Esto lo escribí hace casi dos años. Lo recupero del baúl de la nostalgia. ---------------------------- Teta, teta y teta. Yo no era más que dos tetas. Primero para ella; después, para ambos; al final solo para él. La teta fue principio. Oxitocina pura. Fue conexión animal, fue pasión. La teta fue refugio y calma y cura. Fue puente, abrazo y calidez. La teta fue hogar, de noche y de día. Durante algo más de seis años y medio mis tetas no fueron mías: fueron nuestras, un nexo que nos convertía en «nosotros» para, lentamente, dar paso al «ellos y yo». El destete fue gradual y lo más natural posible. Digo «natural» porque suena ideal dejar que ellos decidan cuándo dejarla, pero lo cierto es que la agitación me hizo poner límites: primero en el tándem y luego a él. Aun así conseguimos llegar al final sin traumas. El «final», como si fuera una meta. En absoluto. Jaleo llevaba una época cogiéndolo solo cada dos o tres días, antes de dormir, pero en cuanto se metía el pezón en la boca decía «n