¿Les
ha ocurrido alguna vez estar eso de ya acostadas, intentando relajarse para dormir,
cuando de pronto un pensamiento las atraviesa con tal intensidad que ya no
pegan ojo? Un bum mental en toda regla. Una está echada tan ricamente,
dispuesta a dar la bienvenida al sueño, y entonces ese recuerdo, esa idea, ese
pensamiento sorprende y trae consigo una lluvia de adrenalina. Todo el cuerpo
despierta de golpe. El corazón galopa. Los ojos, como platos. Y ya sabes que
esa noche no pegarás ojo. Deseas tener el móvil cargadito de batería y
encontrar artículos lo bastante aburridos para hacer una vulgar intentona de
llamar a Morfeo.
Eso
me pasó hace unos días. No llegó exactamente como un pensamiento, sino como una
sensación. En el bajo vientre. Unas punzadas. Me centré en ella porque no era
habitual. ¿Y por qué no es habitual?, pensé. Ah, sí, es la misma sensación que
tuve al poco de intentar crear a
Jiribilla y Jaleo.
BUM.
Ahí,
exactamente ahí tuvo lugar el bum.
Embarazo.
La
primera vez que experimenté esos pinchazos, como toda friqui del embarazo que se
precie, busqué información. Leí que algunas mujeres aseguran notar la
implantación, pero que es extremadamente raro. Soy escéptica, muy escéptica.
Pero cuando se confirmó mi embarazo en aquellas dos ocasiones, lo creí. Porque lo viví en mis dos embarazos, así que lo creí. Sentí la implantación. Por
loco que suene, como puede sonar loco que algunas mujeres experimenten orgasmos
durante el parto.
Esa
noche, como decía, no pegué ojo. Pasé de buscar artículos aburridos con el
teléfono a refrescar mis conocimientos sobre ciclo menstrual, fechas,
sensaciones, posibilidades, sangrados. Mi móvil terminó calentito.
Las
siguientes noches tampoco pegué ojo.
CONTINUARÁ…
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