Ir al contenido principal

Renuncio

Renuncio.
Renuncio a preocuparme de sandeces cotidianas.
Renuncio a tener las dos manos libres.
Renuncio a ir al baño sola, a miccionar/defecar/ducharme tranquila y sola.
¡Renuncio! Para qué luchar, para qué frustrarme.
Renuncio a comer sentada a la mesa como un bípedo civilizado.
(De hecho, renuncio a comer algunos días).
Renuncio a dormir, al menos a pierna suelta y de corrido.
Renuncio a tener una conversación sin interrupciones.
Renuncio a cocinar siempre sano y variado.
Renuncio a llevar ropa que no sea de «teta fácil».
Renuncio a volver a leer algo que no esté relacionado con la crianza.
Renuncio a ir ligera, de bultos y de ritmo, por la calle.
Renuncio a tener la casa impecable.
(O mínimamente decente, ¡para qué!).
Renuncio a esconderme cuando me llamen sus vocecitas.
Renuncio a preferir fregar los platos para escaparme un rato.
Renuncio.
A partir de hoy dejaré que fluya.
Si me reclaman estaré con ellos.
Tiraré de botes de conserva, de guisos rápidos, de la cafetería.
Recurriré a la escoba rápida y el trapo húmedo.
Optaré por vivir el presente y no el futuro.
Un futuro donde ya no prefieran estar conmigo.

Si dejo constancia de ello tal vez logre hacerlo.
Porque si pretendo poder cocinar,
conversar,
ir al baño,
dormir de corrido,
leer algo nuevo,
fregar los platos con ambas manos,
caminar a mi ritmo,
ir ligera por la calle,
sentarme en el sofá y estar quieta
(¡quieta!)
y no lo consigo,
me frustro.

Así que, desde hoy, elegiré todo eso:
estar con ellos, no cocinar, no limpiar, llevar escotes por los suelos,
acudir cuando me llamen, caminar despacio,
tener mis manos siempre ocupadas, llenas de ellos.
De Jiribilla, de Jaleo.
No haré nada más.
No cuando me reclamen, no mientras no pueda hacerlo.

Así lo elijo.



Comentarios

Entradas populares de este blog

En el abismo. Y feliz.

Hace poco leí en mi tribu virtual de Facebook que esto es el «abismo del agotamiento». Me encantó la expresión, pues lo refleja perfectamente. Es un abismo, caes y caes y parece no tener fin. Porque no es que llegue el fin de semana y puedas desconectar, recargar pilas y ea, el lunes ya me canso de nuevo. O que venga al fin la noche, momento en el que puedes aparcar a tu retoño y centrarte en ti, o en tu maromo, o en tu pasión personal. Nanay. Para muestra un botón: ha llegado la noche, la Nochebuena además, y heme aquí, con Jiribilla durmiendo mientras la familia termina de comer. Tuve la precaución de cenar tempranito, con ella, porque nos conocemos. Se durmió hace casi una hora y ya se ha despertado una vez. Tetita y vuelta a dormir. Cómo la quiero, la excusa perfecta para huir de estas reuniones. Ains. Estuve buscando trabajo durante un tiempo largo antes de que naciera Jiribilla, incluso fui a una entrevista con un bombo de seis o siete meses. Con ropita ancha, eso sí, pero me d...

Un año de AMOR

Dicen que los hijos son una prolongación de uno mismo, una minipersona a la que criamos para que nos perpetúe en la finitud de la existencia. Llegados a este punto, con Jiribilla durmiendo a mi lado y tras un exhausto año de amor a raudales, lo veo de otro modo. Jiribilla, no naciste para ser una prolongación mía; al contrario, yo soy una prolongación tuya. Nací para ser tu raíz. Para nutrirte de todo lo necesario con el fin de que algún día florezcas, y lo harás de la forma y color que tú quieras. Me pongo a tu entera disposición. Al menos al principio, mientras me requieras. Y aquí estamos todavía, en este maravilloso principio. Un principio que, después de un año, sigue siendo un maremágnum de emociones entre las que destaca la absoluta adoración que te tengo: de querer apretujarte bien fuerte paso a pedirte que bajes, por favor, que me sueltes, que te estés tranquila dos minutos, uno solo, para dar una tregua efímera a mis brazos, para poder ir al baño con todo mi cuerpo dispo...

Agitación (o qué ganas de arrancármela de la teta)

La primera vez que leí algo sobre la agitación del amamantamiento  no presté mucha atención. Me pareció curioso, pero pensé que sería de esas cosas que nunca me tocaría vivir. ¿Yo, no querer darle el pecho a Jiribilla? Desde el comienzo de nuestra maravillosa lactancia le pedía a los cielos que, por favor, no se destetara nunca. Esos momentos eran mágicos, especiales. Eran amor en su expresión máxima. Los cruces de miradas, las caricias, sonrisas... La lactancia es lo más bonito que he vivido. En el último trimestre del embarazo de Jaleo ya tuve algún episodio de estos. De atesorar cada tetada pasé, una noche que Jiribilla estaba especialmente demandante, a querer arrancármela de cuajo de la teta y lanzarla lejos. Una horrible sensación me recorría el cuerpo con cada succión, me sacudía hasta la punta de los pies. Me causaba una angustia insoportable. Fue una noche infernal: mi pobre niña estaba más demandante porque se encontraba enferma, y yo no podía. No podía. Era un rechazo ...