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En el abismo. Y feliz.

Hace poco leí en mi tribu virtual de Facebook que esto es el «abismo del agotamiento». Me encantó la expresión, pues lo refleja perfectamente. Es un abismo, caes y caes y parece no tener fin. Porque no es que llegue el fin de semana y puedas desconectar, recargar pilas y ea, el lunes ya me canso de nuevo. O que venga al fin la noche, momento en el que puedes aparcar a tu retoño y centrarte en ti, o en tu maromo, o en tu pasión personal. Nanay. Para muestra un botón: ha llegado la noche, la Nochebuena además, y heme aquí, con Jiribilla durmiendo mientras la familia termina de comer. Tuve la precaución de cenar tempranito, con ella, porque nos conocemos. Se durmió hace casi una hora y ya se ha despertado una vez. Tetita y vuelta a dormir. Cómo la quiero, la excusa perfecta para huir de estas reuniones. Ains.

Estuve buscando trabajo durante un tiempo largo antes de que naciera Jiribilla, incluso fui a una entrevista con un bombo de seis o siete meses. Con ropita ancha, eso sí, pero me da que no coló. Seguí buscando trabajo cuando ella nació, y a los cuatro meses me llamaron para otra entrevista. Creí morir con la sola idea de dejarla, de separarme de ella, tan pequeña, tan dependiente de mí. Así que cancelé la entrevista. Tuve que enfrentarme a la realidad: «No necesito trabajar», me dije. Estaba claro que tendría que renunciar a ciertas cosas, pero teníamos una casa donde vivir y podía estar con ella. Y quería. Y quiero. ¿Por qué me había sentido obligada a trabajar? Ahora sé que me dejé influir por la idea errónea de «madre moderna». Antes de ser madre, antes de planteármelo siquiera, estaba convencida de que sería una madre trabajadora –de esas que trabajan fuera de casa, se entiende, porque el hecho de ser madre ya es un inmenso trabajo, ahora lo veo–. Había algo anticuado en eso de ser madre y ya, «ama de casa». Infravalorado, totalmente. Hay madres que trabajan fuera de casa porque lo necesitan, aunque no quieran; otras que lo quieren así, aunque no lo necesiten. Hay infinidad de situaciones. Y la mía es esta: ahora mismo no lo necesito para vivir, ni para sentirme realizada. Lo que más deseo es pasar mi tiempo con Jiribilla, acompañarla, verla crecer, verla emocionarse con cada nuevo descubrimiento, consolarla cuando lo necesite, compartir su vida.

Sí, algún día será grande, será autosuficiente, no me necesitará. ¿Qué haré entonces? Estoy segurísima de que no me aburriré: tal vez no tenga trabajo remunerado, tal vez sí. Cruzaré ese puente cuando llegue. Pero este puente sobre el que estoy ahora solo podré cruzarlo una vez. No hay nada mejor que pueda hacer con mi vida. Es como dice mi querido Carlos González: «Hombre, si eres ministro, premio Nobel o cirujano salvavidas, podría ser que fuera más gratificante, pero si eres un pediatra del montón o trabajas en un supermercado, lo que más te gratificará serán tus hijos».

Doy fe.



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Comentarios

  1. Respuestas
    1. Afortunada yo por ella y por Él. Y, venga, por los chuchos. A veces :)

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  2. "(...) la excusa perfecta para huir de estas reuniones". ¡Se te ve el plumero! En cuanto a "(...) algún día será grande, será autosuficiente, no me necesitará". Como va España y su política social y de empleo, los críos no se podrán independizar y acabaran necesitándonos todas sus vida. Volveremos a las familias grandes: padres, abuelos, bisabuelos, nietos, bisnietos, todos bajo el mismo techo. La Navidad volverá a ser lo que era ¡FELICIDAD! Así que no te preocupes, Jiribilla estará ahí jiribando pa rato con sus jiribines :D

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