Y un día más que no llego a nada.
(Jiribilla abrió el tercer cajón de
la cocina, sacó una bayeta verde sin estrenar y me preguntó:
-¿Puedo cogerla para mi cometa?
-Claro, cógela).
No he podido hacer nada. Nada. Ni
arreglar las mil fotos pendientes, ni escribir, ni reorganizar
armarios, ni cocinar, ni doblar ropa. Algunas de esas cosas son
triviales, pero hay que hacerlas.
(A continuación cogió la baqueta de
algún tambor que tuvo una vez e intentó engancharla en la bayeta.
-¡Ayúdenme!).
Otro día que se me va volando, inmersa
en la rutina. Mis proyectos, en el aire. Detenidos hasta quién sabe
cuándo. Ahora toca ir a la cama. Mañana despertaré con la renovada
esperanza de tener un ratito por la noche, un ratito más largo,
porque esta vez, esta vez, se dormirán muuuy temprano.
(Papá vino al rescate. Más tarde, en
el parque, encontraron un palo más largo. Una bayeta y un palo. Y allí
se fue corriendo, feliz, volando su «cometa». Feliz, feliz).
Otro día en que lo he tenido todo.
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