Ir al contenido principal

Amistad en la «posmaternidad»

Aparte del sueño, el tiempo para una misma y la cordura, otra cosa que pierdes al convertirte en madre son amistades. Muchas de esas amigas «de toda la vida» comienzan a alejarse, quién sabe si porque piensan que estás ocupada y no tienes tiempo para ellas, o porque no quieren pasar el rato con la nueva versión de ti, la que incluye compañía continua, la que tiene un bebé. Quizás no es nada de esto y se habrían alejado igualmente porque, oye, la vida es así, cambiante. Cambiamos nosotras y cambian las relaciones, y forzarlas, pues no.
Pero esto, ahora comprendo, no es malo. Es incluso positivo: es selección natural. Y al igual que unas se van porque no estaban destinadas a acompañarte en el maternaje, otras permanecen. Las que menos te esperabas, las que no eran tan íntimas: se hacen más presentes y pasan a formar parte de tu vida cotidiana, sus nombres entran en tu vocabulario habitual, aunque no las veas con la frecuencia que quisieras. Quieren pasar tiempo contigo y con tus criaturas –a veces sospechas que tú sobras–, aunque no tengan hijas o hijos. Desean estar en tu vida y das las gracias cada día por ellas. Porque tan solo con saber que están ahí te mantienes a flote.
Y no solo eso, sino que ¡aparecen otras! Nuevas amigas. Mujeres con las que no habrías cruzado más de dos palabras en la era premadre se hacen indispensables en tu día a día. Se convierten en un faro en tu mar de dudas diario, te sostienen cuando vas a la deriva o directamente se hunden contigo en el naufragio, acompañándote en el ahogo cotidiano.
A veces hasta quedas con ella sin infantes de por medio porque, caray, realmente te comprende y la comprendes, y eso, ese nivel de entendimiento, es un bálsamo brutal. Te das cuenta de que, de haberla conocido hace años, esa amistad no habría cuajado: ella fiestera, tú de tener el pijama a las ocho. Dichosa maternidad.
Estas mujeres son estrellas que iluminan tu «materviaje» para mitigar las sombras.
A ellas les mando un ABRAZO y GRACIAS.



Comentarios

  1. Qué pena. En mi caso fue más por una cuestión de distancia sobre todo... Pero es cierto que son etapas de la vida diferentes.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

En el abismo. Y feliz.

Hace poco leí en mi tribu virtual de Facebook que esto es el «abismo del agotamiento». Me encantó la expresión, pues lo refleja perfectamente. Es un abismo, caes y caes y parece no tener fin. Porque no es que llegue el fin de semana y puedas desconectar, recargar pilas y ea, el lunes ya me canso de nuevo. O que venga al fin la noche, momento en el que puedes aparcar a tu retoño y centrarte en ti, o en tu maromo, o en tu pasión personal. Nanay. Para muestra un botón: ha llegado la noche, la Nochebuena además, y heme aquí, con Jiribilla durmiendo mientras la familia termina de comer. Tuve la precaución de cenar tempranito, con ella, porque nos conocemos. Se durmió hace casi una hora y ya se ha despertado una vez. Tetita y vuelta a dormir. Cómo la quiero, la excusa perfecta para huir de estas reuniones. Ains. Estuve buscando trabajo durante un tiempo largo antes de que naciera Jiribilla, incluso fui a una entrevista con un bombo de seis o siete meses. Con ropita ancha, eso sí, pero me d...

Agitación (o qué ganas de arrancármela de la teta)

La primera vez que leí algo sobre la agitación del amamantamiento  no presté mucha atención. Me pareció curioso, pero pensé que sería de esas cosas que nunca me tocaría vivir. ¿Yo, no querer darle el pecho a Jiribilla? Desde el comienzo de nuestra maravillosa lactancia le pedía a los cielos que, por favor, no se destetara nunca. Esos momentos eran mágicos, especiales. Eran amor en su expresión máxima. Los cruces de miradas, las caricias, sonrisas... La lactancia es lo más bonito que he vivido. En el último trimestre del embarazo de Jaleo ya tuve algún episodio de estos. De atesorar cada tetada pasé, una noche que Jiribilla estaba especialmente demandante, a querer arrancármela de cuajo de la teta y lanzarla lejos. Una horrible sensación me recorría el cuerpo con cada succión, me sacudía hasta la punta de los pies. Me causaba una angustia insoportable. Fue una noche infernal: mi pobre niña estaba más demandante porque se encontraba enferma, y yo no podía. No podía. Era un rechazo ...

Balanceos

Las vacaciones están costando.  Tener tiempo libre implica que la mente es libre también de alejarse, de deambular por caminos cerrados en la cotidianía. Salvo por nosotros, el parque está desierto. Me columpio y cierro los ojos. Adelante y atrás. Escucho el tráfico de la carretera, que está arriba, a la izquierda. Es notorio hoy, pese a que es sábado y que estamos en un pueblo tranquilo. Aquí abajo, cerca, el graznido de las ocas. A la izquierda, un mirlo parlotea; su animada charla se mezcla con el más o menos rítmico vaivén de la pelota de ping-pong que se lanzan Jaleo y su padre. Algo más lejos, Jiribilla dibuja en su cuaderno.  Adelante y atrás. Las piernas se estiran, se recogen, mantienen la cadencia. Es importante concentrarse en la cadencia; si dejo de hacerlo corro el riesgo de que el pensamiento escape. Podría irse hacia la pantalla, a la imagen inerte, a lo que pudo haber sido. Adelante y atrás. No me concentro lo suficiente. Y allá va, el pensamiento; a la desbord...