Las vacaciones están costando. Tener tiempo libre implica que la mente es libre también de alejarse, de deambular por caminos cerrados en la cotidianía. Salvo por nosotros, el parque está desierto. Me columpio y cierro los ojos. Adelante y atrás. Escucho el tráfico de la carretera, que está arriba, a la izquierda. Es notorio hoy, pese a que es sábado y que estamos en un pueblo tranquilo. Aquí abajo, cerca, el graznido de las ocas. A la izquierda, un mirlo parlotea; su animada charla se mezcla con el más o menos rítmico vaivén de la pelota de ping-pong que se lanzan Jaleo y su padre. Algo más lejos, Jiribilla dibuja en su cuaderno. Adelante y atrás. Las piernas se estiran, se recogen, mantienen la cadencia. Es importante concentrarse en la cadencia; si dejo de hacerlo corro el riesgo de que el pensamiento escape. Podría irse hacia la pantalla, a la imagen inerte, a lo que pudo haber sido. Adelante y atrás. No me concentro lo suficiente. Y allá va, el pensamiento; a la desbord...
Esto lo escribí hace casi dos años. Lo recupero del baúl de la nostalgia. ---------------------------- Teta, teta y teta. Yo no era más que dos tetas. Primero para ella; después, para ambos; al final solo para él. La teta fue principio. Oxitocina pura. Fue conexión animal, fue pasión. La teta fue refugio y calma y cura. Fue puente, abrazo y calidez. La teta fue hogar, de noche y de día. Durante algo más de seis años y medio mis tetas no fueron mías: fueron nuestras, un nexo que nos convertía en «nosotros» para, lentamente, dar paso al «ellos y yo». El destete fue gradual y lo más natural posible. Digo «natural» porque suena ideal dejar que ellos decidan cuándo dejarla, pero lo cierto es que la agitación me hizo poner límites: primero en el tándem y luego a él. Aun así conseguimos llegar al final sin traumas. El «final», como si fuera una meta. En absoluto. Jaleo llevaba una época cogiéndolo solo cada dos o tres días, antes de dormir, pero en cuanto se metía el pezón en la boca decía «n...