Jiribilla tiene una
hermana casi gemela, aunque no compartan apellido. En realidad la
gestamos juntas, ella y yo. Nació a fuerza de coger a Jiribilla para
tetear, de cargarla en brazos. Cansadamente, pero con amor. Y aunque
haya sido concebida con amor, estoy deseando librarme de ella.
Se llama
Tendinitis, de apellido de Quervain. Y es una auténtica porculera.
El dolor que me causa ha empañado prácticamente toda mi
existencia con Jiribilla. Apareció por las buenas, porque sí, a
pesar de colecho y porteo.
Tendinitis se
manifestó un par de meses después de que llegara su hermana mayor.
Llevamos ya casi diez meses todos juntos. Por supuesto, ha ido a
peor, porque aunque la Seguridad Social fue rápida –desenlace de
la ironía a continuación– y solo tardó nueve meses en remitirme
a rehabilitación, al no tener la posibilidad mi mano de guardar
reposo no hay tratamiento que valga. Así que hoy he tenido mi última
sesión en balde. Bueno, las sesiones me han servido para desconectar
unos ratitos matinales de Jiribilla, que no es moco de pavo.
Sé que mi caso no
es de los más graves, porque solo la tengo en una mano. Pero duele
mucho, ¡vaya si duele! Cada giro mínimo, cada alzada en brazos,
cada roce en el sitio inadecuado. También duele el alma cuando un
juguetito cae sobre la mano y me hace ver las estrellas y suelto un
pequeño alarido, y veo la mueca de asombro de Jiribilla ante mi
grito, y entonces el tiempo corre y debo transformar ese chillido de
dolor en un sonido animalesco, por ejemplo va muy bien el auuuuu
de un lobo, y repito auuuuu acompañándolo de cosquillitas si
hace falta hasta que su cara de susto se convierte en una sonrisa, y
luego en risa, y todos contentos.
Espero que la cosa
mejore ahora que Jiribilla se va soltando más en el arte de la
viandanza, aunque aún requiere muchos brazos. Alguien me dijo
que dejara de cogerla tanto, que ya se acostumbraría, que primero
está mi salud. ¿Pero qué barbaridad es esa? Primero está ella, y
luego todo lo demás. ¿Cómo voy a dejar de cogerla porque me duele
la mano? Me dolería infinitamente más no cargarla, no rodearla con
mis brazos. Si no lo hago ahora, ¿cuándo? ¿Cuando me doble el
peso, lo que se prevé pronto? Es verdad que primero está mi salud,
pero mi salud es ella. Yo estoy bien si puedo atenderla, si veo que
está contenta y con sus necesidades cubiertas, incluyendo las
afectivas: los brazos de mamá. Que no nos quite eso una hermana no deseada.
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