Ir al contenido principal

Un año de AMOR

Dicen que los hijos son una prolongación de uno mismo, una minipersona a la que criamos para que nos perpetúe en la finitud de la existencia. Llegados a este punto, con Jiribilla durmiendo a mi lado y tras un exhausto año de amor a raudales, lo veo de otro modo.

Jiribilla, no naciste para ser una prolongación mía; al contrario, yo soy una prolongación tuya. Nací para ser tu raíz. Para nutrirte de todo lo necesario con el fin de que algún día florezcas, y lo harás de la forma y color que tú quieras. Me pongo a tu entera disposición. Al menos al principio, mientras me requieras. Y aquí estamos todavía, en este maravilloso principio. Un principio que, después de un año, sigue siendo un maremágnum de emociones entre las que destaca la absoluta adoración que te tengo: de querer apretujarte bien fuerte paso a pedirte que bajes, por favor, que me sueltes, que te estés tranquila dos minutos, uno solo, para dar una tregua efímera a mis brazos, para poder ir al baño con todo mi cuerpo disponible, y a los diez segundos de dejarte descubro que no quiero que mis brazos descansen, porque ya habrá tiempo para eso. ¿A quién pretendo engañar? Si tuve que aprender a soltarte para que caminaras sola, tú estabas lista hacía tiempo. Y todavía duele un poco ver cómo te alejas de vez en cuando, cómo me dices adiós con la manita cuando finjo marcharme para que vengas. Y no vienes conmigo.

Cuando tú llegaste yo me dejé atrás, me despojé de mí misma para dar paso a este nuevo ser que no se pertenece, que se mira al espejo y no se reconoce. Mejor dicho, que no tiene tiempo de mirarse en el espejo. Pero ese abandono no dolió. Al contrario, parece que era necesario para que yo naciese. Antes fui solo una sombra de mí misma. ¿Exagero? Puede ser. Sé que viví experiencias, y que esas experiencias fueron precisas para traerte hasta aquí. No sé más. Será verdad que la maternidad nos atonta, o puede que todo lo contrario.

Estamos en pleno agosto, está lloviendo y tronando, hace un calor de mil demonios, eres lo único que da sentido a esto y no sé por qué no estoy acurrucada a tu lado. 

Feliz cumpleaños, Jiribilla. 


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Semana Mundial de la Lactancia Materna (del 1 al 7 de agosto)

«Él tiene más paciencia»

«Él tiene más paciencia», dijo la madre a jornada completa.  Hoy volví a escucharlo. «Él tiene más paciencia». Qué casualidad: este comentario siempre lo sueltan las madres 'full time', esas que no trabajan fuera de casa y se dedican «solo» a la crianza. Hablan de sus maridos, de sus parejas. Al parecer ellos tienen más paciencia con sus hijas e hijos. Ajá. Se me ocurre que es más fácil ser paciente cuando has tenido tu cuerpo y tu mente para ti durante unas horas. Cuando todo tu ser, físico e inmaterial, no ha estado a plena disposición de otra persona que depende de ti. Cuando no has tenido que atender demandas continuas de una o más niñas durante todo el día. Es más fácil tomarlo con calma cuando no has tenido que limpiar un culo mientras haces comidas y coladas, vigilando que el perro no meta el morro en el orinal —sí, tenemos un perro comemierda—. Y, por supuesto, intentando mantener algo de paz visual a lo 'KonMari' recogiendo juguetes y eliminando pegotes del mob

Soy una mamá genial... y también soy una bruja

 Soy madre. Eso significa que no soy perfecta, pues sigo siendo persona. Cuando estoy bien soy «la mejor mamá del mundo y del universo», dicho por mis criaturas  — bendita subjetividad — . Y cuando estoy mal cualquier minucia hace rebosar el vaso... y aparece la bruja, esa madre que detesto. La que intenta hacer acopio de paciencia cuando no hay hueco. La que ha conseguido mejorar poco a poco y se retira a tiempo a otra habitación para calmarse antes de dirigirse a sus hijos, pero a la que, aun así, se le siguen escapando gritos y meteduras de pata por las que luego se reconcome sin piedad. Algo que sí hago: pedir PERDÓN. Disculparme por haberles gritado, por haberles faltado al respeto. Ellas no son responsables de mis emociones: soy YO la encargada de gestionarlas. Pide perdón. Te aseguro que vale mucho. Para ellos y para ti.